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ecologismo

sustentabilidad

En torno al eco-populismo

por Tuur Ghys    2 de julio de 2021

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¿Cómo podemos entender y superar la discordancia que hay entre las demandas ecológicas y la lógica de la «Cuarta Transformación»? Este ensayo elabora el caso del populismo verde, ejemplificado en una propuesta para conseguir electricidad sustentable en zonas rurales y la nacionalización de futuras industrias clave para ello. La nueva ola de iniciativas políticas provenientes de la izquierda mexicana ha sido relativamente exitosa en lograr sus promesas sociales a la clase obrera. No obstante, atraviesan diversos retos al enfrentarse con un tema importante: la ecología, es por ello que en este ensayo nos enfocamos en imaginar cómo es que podría darse un «giro verde» en nuestro país.

Mientras que los esfuerzos en ecología de este gobierno no deben ser desvalorizados, todavía hay mucho espacio político a llenar, particularmente en el tema de energía. Ésta podría ser una gran oportunidad electoral para que la izquierda pueda incrementar su popularidad con los votantes más jóvenes, siendo el único grupo de edad del que no tienen un apoyo mayoritario consistente. Reforzar esfuerzos ecológicos podría también dar credibilidad a la nueva alianza con el Partido Verde Ecologista de México.

Sin embargo, el análisis estaría incompleto sin considerar la responsabilidad de los ambientalistas en ganar el apoyo a su causa en una sociedad con una conciencia ambiental tan baja. Aumentar la histeria por amenazas ecológicas inexistentes que fueron invocadas de la nada, o retratar ciegamente al Tren Maya (un medio de transporte ecológico) como el último artefacto del apocalipsis, definitivamente no ha ayudado a borrar la impresión de que la ecología es solamente una forma de política partidaria anti-obreros. Si somos serios sobre la ecología y no nos conflictúa la idea de que los grupos conservadores lo harían mejor, tenemos que encontrarnos a mitad del camino. La verdadera tarea está en unir los esfuerzos por la sustentabilidad con el enfoque populista de la 4T, es por ello que en un intento de analizar más a fondo el problema, bien sirve ilustrar una visión de lo que podría ocurrir en un futuro relativamente cercano.

Empecemos por entender el contexto político actual y cómo el aumento en los esfuerzos ambientales podrían encajar con esta idea. La 4T es, en esencia, un movimiento de la clase obrera que se enfoca en dos cosas: bienestar social y la lucha contra la cultura de la corrupción. Algunas posiciones típicas que pueden verse alrededor de la esfera política son: a) una preferencia por el apoyo directo y su correspondiente escepticismo por los (corruptos) mediadores que son las instituciones y las compañías; b) una preocupación con la soberanía nacional; y c) una fuerte preferencia por los pobres y los más vulnerables. En este contexto, está claro que el encasillar la ecología como algo de la élite o como una preocupación de la oposición debe ser evitado a toda costa. Además, en cualquier discusión seria debemos aceptar la realidad de que, dadas las condiciones actuales de crisis sanitaria, el gobierno va a tener limitaciones presupuestarias a corto plazo.

La relación del gobierno con PEMEX merece su propio resplandor. Muchos ambientalistas critican la postura proyectora del gobierno, especialmente con lo que se refiere a la nueva refinería en construcción en Dos Bocas, Tabasco. Cabe aclarar que refinar petróleo en México no debería ser en sí el problema (¿o acaso se cree que importarlo es de alguna manera más sustentable?), pero uno puede apuntar acertadamente al costo de oportunidad de este megaproyecto por no invertir de la misma manera en, por ejemplo, parques solares. De todas formas, debemos tener en claro que PEMEX es el centro de la contienda política en México y que la derecha neoliberal hizo serios esfuerzos para poder probar que debía ser privatizada. Es tan irracional como poco realista esperar que este gobierno olvide la lucha por la expropiación petrolera que remonte varias décadas. Sin embargo, lo que ahora también importa es generar alternativas.

¿Qué se puede hacer? Un buen punto de partida sería ver lo que ya existe: el programa gubernamental de agricultura y reforestación, Sembrando Vida, el cual promueve el desarrollo regional ayudando a pequeños agricultores en la transición a una agricultura sustentable y agroforestal, dándoles plantas y árboles que son cultivados por el gobierno. Esto debería resultar en millones de árboles plantados durante el transcurso del programa. Adicionalmente, Sembrando Vida le paga, por su participación en él, a alrededor de 420,000 agricultores un salario mensual que está por encima de la línea de pobreza. Al pagarles y además proveerles las plantas, el gobierno no solamente impulsa la sustentabilidad, sino que también les permite a agricultores pobres poder desarrollar actividades comerciales más rentables a largo plazo.

Ahora, por otro lado, pensemos en cómo podríamos exportar esta fórmula social-ambiental al sector energético. Mi propuesta es aplicar los mismos principios a la distribución de energía solar y eólica a las zonas rurales a nivel doméstico. En lugar de entregar árboles a los agricultores, el gobierno podría distribuir paneles solares y pequeños aerogeneradores después de que técnicos hayan consultado a las comunidades rurales sobre qué fuente de energía consideran mejor para sus circunstancias específicas. Cada hogar podría estar equipado con alguno de ellos, proporcionando una fuente adicional de energía limpia descentralizada que sea independiente de la red de energía general (que tiene constantes fallas), pero que se mantiene disponible para las demás necesidades energéticas. Mi visión sería empezar este programa en las zonas rurales por varias razones: a) hay mayor necesidad, sobre todo tomando en cuenta que el acceso al suministro eléctrico es más difícil; b) sería más complejo implementarlo en ciudades y edificios de departamentos; c) hay un presupuesto limitado, por lo que sería mejor intentarlo en pequeñas comunidades antes de a gran escala, si se consigue la inversión. Este enfoque particular hacia las comunidades es importante, ya que la experiencia en otros países demuestra que subsidios directos hacia paneles solares puede volverse caro muy rápido, sobre todo si, por ejemplo, las compañías empiezan a abusar de ellas. Esta política, entonces, cumple con los requisitos sociales de la Cuarta Transformación (preferencia por los pobres, eliminar a los mediadores, aumentar la producción nacional y empoderamiento local), mientras que también incrementa y populariza la sustentabilidad. Uno podría asumir, incluso, la posibilidad de expandir esto hasta permitir que se regrese parte de la energía producida hacia la red de suministro eléctrico.

Ahora bien, el siguiente paso lógico (pero caro) sería producir estos paneles solares y aerogeneradores nacionalmente, en paralelo a los esfuerzos de Sembrando Vida. La causa ecológica también podría encontrar más conexión con el objetivo de la soberanía nacional si México intentara tener mayor control sobre la materia prima de la cadena de producción de las energías limpias, particularmente el litio. Mientras que nacionalizar toda una industria es una política abierta a crítica (por razones fiscales, económicas o ideológicas), el caso se vuelve mucho más fácil si se trata solamente de nacionalizar un producto que ya pertenece al país y, por lo tanto, a todos los mexicanos. Nacionalizar el litio, del cual México cuenta con extensas reservas en el norte del país, podría generar el equivalente «verde» de PEMEX, ya que podría funcionar como un símbolo de soberanía y como un nuevo pilar para la economía. El aspecto «verde» del litio se centra claramente en su uso industrial para la producción de baterías, ya que la extracción del recurso por sí mismo es particularmente dañino para el medio ambiente. Además, este proceso es intensivo en su uso de agua, volviéndolo vulnerable a la explotación de recursos y contaminación por derrames, lo cual es aún más delicado en estados del norte ricos en litio como lo es Sonora, donde la agricultura y las ciudades ya compiten por las pocas reservas de agua. Confiar en empresas multinacionales extranjeras con este trabajo es como confiar a tus hijos con el hombre que tiene tumbas en su patio.

Dado que la experiencia de quien escribe estas líneas es más en el ámbito político que en los aspectos tecnológicos de la sustentabilidad, no parece haber necesidad de desarrollar más a fondo estas ideas, pues podrían ser mejor descritas en algún otro medio. Estas ideas sirven sólo para ilustrar un punto constructivo: lograr un «nuevo acuerdo verde» en México es más realista si se construye con los principios populistas y nacionalistas del actual clima político. Es entonces responsabilidad de aquellos en el gobierno expandir estos principios y crear una narrativa que pueda lograr que una mayor parte de la población votante vea que la ecología puede ir en paralelo con el desarrollo social y regional. Políticas inteligentes, sociales y directas con un presupuesto limitado pueden crear el capital político y la infraestructura base para transiciones más grandes. Los activistas y la sociedad civil en general también cargan una gran responsabilidad en popularizar la causa ecológica de una manera menos adversaria, al punto en que el ciudadano promedio deje de verla como un gusto adquirido de aquellos con una huella ecológica más grande que la suya.

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En torno al eco-populismo

por Tuur Ghys    2 de julio de 2021

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¿Cómo podemos entender y superar la discordancia que hay entre las demandas ecológicas y la lógica de la «Cuarta Transformación»? Este ensayo elabora el caso del populismo verde, ejemplificado en una propuesta para conseguir electricidad sustentable en zonas rurales y la nacionalización de futuras industrias clave para ello. La nueva ola de iniciativas políticas provenientes de la izquierda mexicana ha sido relativamente exitosa en lograr sus promesas sociales a la clase obrera. No obstante, atraviesan diversos retos al enfrentarse con un tema importante: la ecología, es por ello que en este ensayo nos enfocamos en imaginar cómo es que podría darse un «giro verde» en nuestro país.

Mientras que los esfuerzos en ecología de este gobierno no deben ser desvalorizados, todavía hay mucho espacio político a llenar, particularmente en el tema de energía. Ésta podría ser una gran oportunidad electoral para que la izquierda pueda incrementar su popularidad con los votantes más jóvenes, siendo el único grupo de edad del que no tienen un apoyo mayoritario consistente. Reforzar esfuerzos ecológicos podría también dar credibilidad a la nueva alianza con el Partido Verde Ecologista de México.

Sin embargo, el análisis estaría incompleto sin considerar la responsabilidad de los ambientalistas en ganar el apoyo a su causa en una sociedad con una conciencia ambiental tan baja. Aumentar la histeria por amenazas ecológicas inexistentes que fueron invocadas de la nada, o retratar ciegamente al Tren Maya (un medio de transporte ecológico) como el último artefacto del apocalipsis, definitivamente no ha ayudado a borrar la impresión de que la ecología es solamente una forma de política partidaria anti-obreros. Si somos serios sobre la ecología y no nos conflictúa la idea de que los grupos conservadores lo harían mejor, tenemos que encontrarnos a mitad del camino. La verdadera tarea está en unir los esfuerzos por la sustentabilidad con el enfoque populista de la 4T, es por ello que en un intento de analizar más a fondo el problema, bien sirve ilustrar una visión de lo que podría ocurrir en un futuro relativamente cercano.

Empecemos por entender el contexto político actual y cómo el aumento en los esfuerzos ambientales podrían encajar con esta idea. La 4T es, en esencia, un movimiento de la clase obrera que se enfoca en dos cosas: bienestar social y la lucha contra la cultura de la corrupción. Algunas posiciones típicas que pueden verse alrededor de la esfera política son: a) una preferencia por el apoyo directo y su correspondiente escepticismo por los (corruptos) mediadores que son las instituciones y las compañías; b) una preocupación con la soberanía nacional; y c) una fuerte preferencia por los pobres y los más vulnerables. En este contexto, está claro que el encasillar la ecología como algo de la élite o como una preocupación de la oposición debe ser evitado a toda costa. Además, en cualquier discusión seria debemos aceptar la realidad de que, dadas las condiciones actuales de crisis sanitaria, el gobierno va a tener limitaciones presupuestarias a corto plazo.

La relación del gobierno con PEMEX merece su propio resplandor. Muchos ambientalistas critican la postura proyectora del gobierno, especialmente con lo que se refiere a la nueva refinería en construcción en Dos Bocas, Tabasco. Cabe aclarar que refinar petróleo en México no debería ser en sí el problema (¿o acaso se cree que importarlo es de alguna manera más sustentable?), pero uno puede apuntar acertadamente al costo de oportunidad de este megaproyecto por no invertir de la misma manera en, por ejemplo, parques solares. De todas formas, debemos tener en claro que PEMEX es el centro de la contienda política en México y que la derecha neoliberal hizo serios esfuerzos para poder probar que debía ser privatizada. Es tan irracional como poco realista esperar que este gobierno olvide la lucha por la expropiación petrolera que remonte varias décadas. Sin embargo, lo que ahora también importa es generar alternativas.

¿Qué se puede hacer? Un buen punto de partida sería ver lo que ya existe: el programa gubernamental de agricultura y reforestación, Sembrando Vida, el cual promueve el desarrollo regional ayudando a pequeños agricultores en la transición a una agricultura sustentable y agroforestal, dándoles plantas y árboles que son cultivados por el gobierno. Esto debería resultar en millones de árboles plantados durante el transcurso del programa. Adicionalmente, Sembrando Vida le paga, por su participación en él, a alrededor de 420,000 agricultores un salario mensual que está por encima de la línea de pobreza. Al pagarles y además proveerles las plantas, el gobierno no solamente impulsa la sustentabilidad, sino que también les permite a agricultores pobres poder desarrollar actividades comerciales más rentables a largo plazo.

Ahora, por otro lado, pensemos en cómo podríamos exportar esta fórmula social-ambiental al sector energético. Mi propuesta es aplicar los mismos principios a la distribución de energía solar y eólica a las zonas rurales a nivel doméstico. En lugar de entregar árboles a los agricultores, el gobierno podría distribuir paneles solares y pequeños aerogeneradores después de que técnicos hayan consultado a las comunidades rurales sobre qué fuente de energía consideran mejor para sus circunstancias específicas. Cada hogar podría estar equipado con alguno de ellos, proporcionando una fuente adicional de energía limpia descentralizada que sea independiente de la red de energía general (que tiene constantes fallas), pero que se mantiene disponible para las demás necesidades energéticas. Mi visión sería empezar este programa en las zonas rurales por varias razones: a) hay mayor necesidad, sobre todo tomando en cuenta que el acceso al suministro eléctrico es más difícil; b) sería más complejo implementarlo en ciudades y edificios de departamentos; c) hay un presupuesto limitado, por lo que sería mejor intentarlo en pequeñas comunidades antes de a gran escala, si se consigue la inversión. Este enfoque particular hacia las comunidades es importante, ya que la experiencia en otros países demuestra que subsidios directos hacia paneles solares puede volverse caro muy rápido, sobre todo si, por ejemplo, las compañías empiezan a abusar de ellas. Esta política, entonces, cumple con los requisitos sociales de la Cuarta Transformación (preferencia por los pobres, eliminar a los mediadores, aumentar la producción nacional y empoderamiento local), mientras que también incrementa y populariza la sustentabilidad. Uno podría asumir, incluso, la posibilidad de expandir esto hasta permitir que se regrese parte de la energía producida hacia la red de suministro eléctrico.

Ahora bien, el siguiente paso lógico (pero caro) sería producir estos paneles solares y aerogeneradores nacionalmente, en paralelo a los esfuerzos de Sembrando Vida. La causa ecológica también podría encontrar más conexión con el objetivo de la soberanía nacional si México intentara tener mayor control sobre la materia prima de la cadena de producción de las energías limpias, particularmente el litio. Mientras que nacionalizar toda una industria es una política abierta a crítica (por razones fiscales, económicas o ideológicas), el caso se vuelve mucho más fácil si se trata solamente de nacionalizar un producto que ya pertenece al país y, por lo tanto, a todos los mexicanos. Nacionalizar el litio, del cual México cuenta con extensas reservas en el norte del país, podría generar el equivalente «verde» de PEMEX, ya que podría funcionar como un símbolo de soberanía y como un nuevo pilar para la economía. El aspecto «verde» del litio se centra claramente en su uso industrial para la producción de baterías, ya que la extracción del recurso por sí mismo es particularmente dañino para el medio ambiente. Además, este proceso es intensivo en su uso de agua, volviéndolo vulnerable a la explotación de recursos y contaminación por derrames, lo cual es aún más delicado en estados del norte ricos en litio como lo es Sonora, donde la agricultura y las ciudades ya compiten por las pocas reservas de agua. Confiar en empresas multinacionales extranjeras con este trabajo es como confiar a tus hijos con el hombre que tiene tumbas en su patio.

Dado que la experiencia de quien escribe estas líneas es más en el ámbito político que en los aspectos tecnológicos de la sustentabilidad, no parece haber necesidad de desarrollar más a fondo estas ideas, pues podrían ser mejor descritas en algún otro medio. Estas ideas sirven sólo para ilustrar un punto constructivo: lograr un «nuevo acuerdo verde» en México es más realista si se construye con los principios populistas y nacionalistas del actual clima político. Es entonces responsabilidad de aquellos en el gobierno expandir estos principios y crear una narrativa que pueda lograr que una mayor parte de la población votante vea que la ecología puede ir en paralelo con el desarrollo social y regional. Políticas inteligentes, sociales y directas con un presupuesto limitado pueden crear el capital político y la infraestructura base para transiciones más grandes. Los activistas y la sociedad civil en general también cargan una gran responsabilidad en popularizar la causa ecológica de una manera menos adversaria, al punto en que el ciudadano promedio deje de verla como un gusto adquirido de aquellos con una huella ecológica más grande que la suya.

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