Ideales bolivarianos en la política exterior mexicana de la Cuarta Transformación

Relaciones internacionales

Bolivarianismo

Nuestra América

por José Manuel Guadarrama Santillán    29 de julio de 2021

El pasado 24 de julio se conmemoró en México el natalicio del Libertador Simón Bolívar; esto como apertura de la reunión de alto nivel de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC). El discurso presentado por el presidente Andrés Manuel López Obrador envió una señal clara a la región latinoamericana en particular y al mundo en general: la necesidad de avanzar en la consolidación institucional de la integración regional sin el intervencionismo de Estados Unidos y respetando la pluriculturalidad y las particularidades históricas de los pueblos.

En el presente ensayo se destacan algunos elementos discursivos de gran importancia en el pensamiento bolivariano y sus cruces con el proyecto que enarbola la Cuarta Transformación como parte de un sentido humanista y regionalista, en búsqueda de la integración en la pluralidad y el respeto a la autodeterminación de los pueblos. Lo anterior como parte de un giro sustancial en los discursos de integración del llamado regionalismo abierto, los cuales hasta ahora han colocado en el centro del debate la apertura comercial y el libre movimiento del capital, obviando que dichos procesos incumben y afectan siempre a las personas que habitan la región; es decir, para el regionalismo abierto lo importante es la reproducción del capital y el libre flujo comercial, no las personas.

Desde un punto de vista económico-liberal, la integración institucionalizada de Estados responde a fenómenos de interdependencia compleja que pueden desembocar en la producción de tratados, organismos e instituciones. Desde esta perspectiva, un Estado puede considerar como un beneficio el adherirse a cierto régimen internacional si éste le proporciona reducción en los costos de negociación o si le brinda la base necesaria para lograr acuerdos con otros Estados que de otra forma no lograría. Es gracias a esto que Robert Keohane supone que los Estados se comportan en función de maximizar racionalmente utilidades y que los regímenes internacionales son creados con el fin de facilitar la elaboración de acuerdos entre ellos: «se sigue que la demanda de regímenes internacionales a cualquier precio dado variará directamente según la conveniencia de los acuerdos para los Estados y según la capacidad de los regímenes internacionales para facilitar concretamente la elaboración de tales acuerdos» (Keohane, 2009, p. 171).

Siguiendo el teorema de Coase sobre las fallas en el mercado, Keohane afirma que entre actores que se suponen racionales existen barreras que causan problemas en el desarrollo de los intercambios en el mercado; dichos problemas son de carácter estructural y sistémico, por lo tanto, los regímenes internacionales pueden ser un elemento estructural que ayude al logro de acuerdos entre los Estados. Según Coase tres condiciones son necesarias para que las negociaciones entre actores lleven a soluciones óptimas de Pareto: 1) un marco legal que establezca la responsabilidad de las acciones, supuestamente apoyado por la autoridad gubernamental; b) información imperfecta; y c) costos de transacciones cero. «Al menos una de ellas no debe cumplirse si los regímenes internacionales han de tener valor como facilitadores de acuerdo para los actores independientes maximizadores de utilidad en la política mundial» (Ibid., p. 175).

Como es posible apreciar en ésta que es la visión de uno de los más importantes teóricos e ideólogos del liberalismo en la disciplina de las relaciones internacionales, el punto que articula toda la reflexión es el logro de acuerdos que contribuyan a palear fallas en el mercado y faciliten los flujos comerciales y de capitales. Así, dentro del regionalismo abierto se consolida entonces la lógica de que un comercio sin obstáculos es el preámbulo para la prosperidad de los países que suscriban acuerdos de integración. Sin embargo, esta posición ideológica de corte economicista contrasta con la visión bolivariana de integración, misma que empata con los principios de la 4T en materia de relaciones internacionales, lo cual puede apreciarse también en los esfuerzos de la CELAC por convertirse en un organismo que articule la integración con una perspectiva distinta a la neoliberal.

El pensamiento bolivariano de integración partía, en su origen, de la premisa de la afinidad regional y la necesidad de ayuda mutua que, en su contexto, se concebía como indispensable para consolidar los movimientos independentistas lo mismo frente al intervencionismo estadounidense que a los resquicios que quedaban de la dominación española. Situación que, bajo circunstancias distintas, en el siglo XXI se sigue presentando como necesaria para fortalecer la soberanía de los Estados latinoamericanos frente al debilitamiento sufrido en los últimos cuarenta años, así como para hacer frente a los problemas más apremiantes de nuestro tiempo, tales como las crisis sanitaria y financiera global. La necesidad de cooperación, no obstante, se entabla en este caso sobre el reconocimiento de la soberanía de cada Estado, pues en el punto 5º del documento Pensamiento sobre el Congreso de Panamá, Bolívar señala que «ningún [Estado] sería débil con respecto a otro; ninguno sería más fuerte», refiriéndose directamente al hecho de que la unión ha de tratarse de cooperación y no de imposición; mientras que en el punto 6° argumenta que «un equilibrio perfecto se establecería en este verdadero nuevo orden de cosas», expresando el anhelo de un tipo de unión que se vislumbra y en la que todos los Estados puedan establecer verdaderas relaciones entre pares.

Otro elemento importante es el reconocimiento de Bolívar sobre la pluriculturalidad de los pueblos de la región, pues siguiendo el Pensamiento sobre el Congreso de Panamá, su punto 8° expresa que «la diferencia de origen y de colores perdería su influencia y poder». Estos puntos son de vital importancia, puesto que una de las principales dificultades en la construcción de proyectos de integración radica en que, para ser incluyentes, deben construirse sobre la base del consenso y el reconocimiento de las diferencias entre los pueblos de la región, es decir, contrario al modelo integracionista que ha representado, por ejemplo, la OEA, en donde un Estado define toda la política de una región con base en intereses particulares, despreciando el consenso para su implementación y negando la pluralidad de visiones y proyectos locales. Es necesario entonces construir los espacios para que la pluralidad encuentre un cause institucional que lleve al consenso basado en la pluralidad.

En este sentido, Andrés Manuel López Obrador lanza en su discurso la propuesta de construir algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a nuestra historia, a nuestra realidad y a nuestras identidades, remarcando el respeto a la soberanía de los Estados al señalar que no debe haber coerción ni imposición, «sino mediador a petición y aceptación de las partes en conflicto, en asuntos de derechos humanos y de democracia». Pero va más allá al re-dignificar la labor diplomática por sobre la coerción, señalando que «es una gran tarea para buenos diplomáticos y políticos como los que, afortunadamente, existen en todos los países de nuestro continente». Es decir, lo pueblos pueden alcanzar acuerdos, pues la política es palabra y de ella es que éstos nacen.

Por último, no se puede obviar el elemento discursivo como parte de un esfuerzo histórico por construir un proyecto de integración latinoamericano para y por latinoamericanos. En este sentido, la figura histórica del Libertador se presenta en la cultura popular inmediatamente cuando se habla de integración regional. Como bien apuntó el presidente Andrés Manuel López Obrador, «Simón Bolívar sabía de la importancia del discurso, de la fuerza de las ideas, de la eficacia de las proclamas». Sería apresurado establecer en estas líneas hasta qué punto las palabras de Bolívar han permeado en la conciencia de los ciudadanos de los Estados de Latinoamérica, sin embargo, es cierto que han contribuido a mantener viva la idea de la unión durante doscientos años, la cual sigue siendo un objetivo deseable que actualmente se expresa en múltiples esfuerzos de integración en la región, mismos que buscan superar el esquema liberal abriendo espacios de oportunidad para que la sociedad civil se involucre y contribuya en la formación de una región más justa y más equitativa. Esos son el ALBA, UNASUR y la CELAC. Esfuerzos que, si bien han mostrado dificultades de consolidación por las condiciones geopolíticas de la región, van dejando importantes aprendizajes para consolidar el objetivo de una región libre, plural y democrática, al mismo tiempo que mantienen vivo el proyecto que mueve conciencias y anima la acción para la construcción de la unión que Baldomero Ugarte definió como la Patria grande.

El discurso del presidente se cierra con las siguientes palabras: «lo aquí planteado puede parecer una utopía; sin embargo, debe considerarse que sin el horizonte de los ideales no se llega a ningún lado y que, en consecuencia, vale la pena intentarlo». Con esto vemos un ejemplo de la importancia de los discursos como soporte de un nuevo orden ético que construya una hegemonía cultura esencialmente distinta a la heredada por el capitalismo en su versión más deplorable: el neoliberalismo.

 


santillan.josemanuel68@gmail.com


— Keohane, Robert O. (2009). Interdependencia, cooperación y globalismo. México: CIDE.

— Simón Bolívar. Pensamiento sobre el Congreso de Panamá. Lima, febrero de 1826.

Discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador en el 238 Aniversario del Natalicio de Simón Bolívar. 24 de julio, desde el Castillo de Chapultepec.

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