El pueblo como soberano y la opción política por los pobres. En torno «A la mitad del camino», de Andrés Manuel López Obrador

Reseñas

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por Diego Antonio Contreras Rodríguez    26 de sept. de 2021

El último libro de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) tiene un significado distinto a sus obras anteriores, pues aparece en medio de la dirección del proceso de transformación que él encabeza como presidente. Por eso queremos compartir esta breve reflexión desde el testimonio de nuestro presidente y de lo que implica hacer política en estos tiempos, resaltando para ello dos elementos fundamentales según la finalidad y los objetivos de la Cuarta Transformación.

El libro, que consta de cuatro capítulos, comienza situándose en «El presente». Esta postura teórica y práctica es fundamental para responder a las problemáticas concretas de la población en medio de este proceso nacional, teniendo siempre presente su historia específica. A este respecto, AMLO menciona a dos grandes pensadores tratando de recuperar sus consideraciones de la historia: Cicerón y Karl Marx. Del primero retoma sus palabras: «la historia es la maestra de la vida» (p. 77), y del segundo recupera cuando afirma que en la historia, «en sus distintos episodios, se presentan las mismas situaciones y procesos, que una constante es la cohesión de las élites o clases dominantes, las cuales recurren a lo que sea con tal de mantener o recuperar el poder, incluso a ideas de supuesta superioridad intelectual y racial, y que no descartan el autoritarismo para imponerse por las buenas o por las malas» (p. 176). Para López Obrador, la historia aparece como maestra, pues muestra las tensiones y las relaciones de fuerza que, en palabras de AMLO, «nos ha[n] enseñado cómo actuar para transformar y salir adelante, resistiendo a los embates del conservadurismo» (p. 177).

Con el pueblo todo, sin el pueblo nada 

AMLO señala que el proceso actual de transformación ha tenido como «estrategia política» lo que Juárez resume en la siguiente frase: «Con el pueblo todo, sin el pueblo nada» (p. 203). Es por eso que es importante resaltar que durante su gobierno, y más allá de las críticas caricaturescas que lo muestran como un político autoritario —mismas que suelen venir tanto de sectores de izquierda como de derecha—, el presidente ha intentado de diversos modos romper con la figura absoluta del presidencialismo, que, es justo lo que pretende al impulsar la ya aprobada revocación de mandato; lo que deja en evidencia su compromiso con la democracia (sin palabrería ni demagogia) y con este tipo de ejercicios que la promueven y la afianzan. Es por eso que no sorprende que la derecha ahora evada o vea en este hecho un capricho, afirmando ahora que la revocación de mandato es parte de un circo presidencial, funcional como distractor, y que con él sólo se gastará dinero. En el fondo, sin embargo, saben que la gente lo ratificará en su cargo, sin importar la extravagancia de los argumentos que utilizan para evitarlo.

No es casual, entonces, que el libro de AMLO inicie haciendo una exposición de este tema, pues su intención es lograr que a partir de hoy ningún político, del signo ideológico que sea, asuma como segura la «posesión» de sus cargos, que se perciban como intocables durante el desarrollo de su periodo en funciones. Hay que recordar que este procedimiento de democracia participativa ya tiene rango constitucional, es por eso que Obrador recuerda que a partir de la Cuarta Transformación «el pueblo es el soberano, que él pone y él quita y que siempre debe mantener en sus manos las riendas del poder. […] Nadie, en ningún nivel de la escala social, económica o política, se podrá sentir todo poderoso y dueño del poder absoluto» (p. 9). En última instancia, como vemos, la concepción hoy hegemónica de lo político indica que es el pueblo quien tiene y debe velar por el ejercicio de los funcionarios públicos y representantes populares, así como decidir si desea seguir siendo gobernado o representado, tanto en las distintas cámaras del poder legislativo como en el resto del aparato de gobierno, por tal o cual actor político. Es el desempeño, los resultados a favor del pueblo, los que constituyen hoy los criterios de su permanencia.

Ante todo esto resulta imprescindible trabajar a todos los niveles, tanto en el gobierno como al interior del partido-movimiento, para difundir la consciencia de que el pueblo es el soberano, no el partido ni el gobierno, los cuales, en todo caso, se hallan conformados por actores que emanan de distintos sectores populares. Es el pueblo quien tiene las riendas del poder, entendiendo a éste de manera distinta a como se venía ejerciendo durante la época de los regímenes neoliberales. Como dice AMLO: el poder «sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone en servicio de los demás».

Por el bien de todos primero los pobres

El servicio sólo lo es si se emprende con capacidad y compromiso. Con frecuencia, algunos sectores alardean y afirman que el presidente, durante Las Mañaneras, presenta y propone sólo ocurrencias. Con frecuencia vemos, sin embargo, que muchos de los proyectos emprendidos por el gobierno actual requieren mucha determinación para cumplirse, como la gran odisea que ha significado vacunar, en menos de un año, a millones de personas en todos los rincones de la república mexicana; pero también son ejemplo la construcción de los proyectos en infraestructura que se todo apunta se estarán entregando en tiempo récord y sin devorar más recursos de los presupuestados inicialmente. Mención especial merecen las medidas tomadas para evitar las mediaciones y entregar los recursos públicos directamente a los beneficiados.

En general —y resulta evidente tras los últimos 3 años— los compromisos del gobierno de AMLO buscan favorecer a los pobres, que en nuestro país representamos la inmensa mayoría. Como afirma el economista Julio Boltvinik, en México la población en situación de pobreza (en sus distintos niveles) asciende a 96.9 millones de personas (el 76.5% de la población[1]*); son millones de hogares que se hallan bajo la línea de pobreza incluso considerando los ingresos de varios de sus integrantes, cuyos salarios sumados suelen ser menores a $ 17,459[2] (dato promedio tomado en el mes de abril de 2020). Pero esta realidad no se produjo de manera natural, o bien, como dicen algunos, por la simple razón de que «los pobres lo son porque quieren serlo», sino «que por décadas ha sido impuesta a los pobres. Desposeídos mediante las medidas “amargas pero necesarias” [del catecismo neoliberal] que fueron aplicadas con el verdadero propósito de favorecer a unos cuantos» (p. 77). Medidas que fueron aplicadas gracias a «una estructura de clases corruptas… que ignora o menosprecia a los pobres» (pp. 312-313), como señala López Obrador citando al economista J. K. Galbraith.

Es por todo esto que el gobierno de la Cuarta Transformación defiende el bien común y la justicia social en su intento de beneficiar, antes que todo, a los más necesitados. Su estrategia política ha estado claramente marcada por su compromiso con los pobres, haciendo de ellos su causa común e intentando hacer frente, para ello, a la pequeña minoría que se benefició durante los gobiernos neoliberales. A diferencia de lo que sostienen algunos, no se busca perpetuar la pobreza para sostener gracias a ella a próximos gobiernos o a Morena, sino que se busca que este sector poblacional, tradicionalmente olvidado, comience su ascenso en la escala social (sin corruptos privilegios o de manera arbitraria) hasta engrosar las filas de una nueva clase media que no se comporte como «pequeños burgueses, como ladinos, desclasados y aspiracionistas», sino que sea una «clase media pero con mentalidad humanista, no egoísta o individualista»” (p. 209). Sin importar la clase social a la que se pertenezca, el compromiso debiera ser estar al servicio de los demás, optando de manera preferencial por lo pobres, guiados siempre por algunos de los principios que aparecen condensados en la Guía ética para la transformación de México. Con este humanismo como elemento esencial de la sociedad mexicana, y sobre todo como fundamento del gobierno, busca evitar la indiferencia a los pobres y la desigualdad, e impulsar una vocación de servicio realmente capaz de evitar «dar la espalda a los dolores de la humanidad y trabajar en su propio provecho” (p. 207). Palabras éstas que AMLO retoma nuevamente del pensador alemán Karl Marx.

Si logramos asumir que el pueblo es el soberano y se opta consecuentemente por los pobres, habrá mayor capacidad para que la actual transformación en marcha se consolide más allá de un modo temporal y pasajero de gobernar. Si efectuamos este cambio en la mentalidad social y política de nuestro pueblo, haremos realidad los deseos expresados en estas palabras de nuestro presidente: «lo que deseamos de todo corazón es que al final de nuestro gobierno haya menos desigualdad, más felicidad y se mantenga siempre encendida la llama de la esperanza» (p. 319).


[1] Véase Julio Boltvinik, «Economía moral». En La Jornada, 13 de agosto de 2021.

[2] Julio Boltvinik, «Economía moral». En La Jornada, 25 de junio de 2020.

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