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José Martí

AMLO

4T

«Nuestra América» y la 4T

por Eduardo Sabugal    Mayo 20 de 2022

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Estos tiempos no son para acostarse con el  pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

José Martí

 

Nuestra América, el ensayo de José Martí que originalmente se publicó el 1 de enero de 1891 en La Revista Ilustrada de Nueva York, y un mes después en El Partido Liberal en México, reunía una serie de ideas no sólo en torno a un afán descolonizador en la región latinoamericana, sino también a los tipos de gobierno y de gobernantes a los que deberíamos aspirar los pueblos americanos. En la coyuntura mexicana actual, a casi cuatro años del cambio de régimen gracias al triunfo del proyecto que encabeza Andrés Manuel López Obrador, se podrían revisar esas ideas para ver hasta qué punto el ideal martiano tiene ecos en este proceso transformador.

Para comenzar, Martí ponía en alerta al lector respecto al tipo de compatriota que asumía una actitud mezquina y traidora, y que en aras de conseguir su propio beneficio sin importarle los destinos de la nación era capaz de defender el entreguismo en una postura abiertamente vendepatrias. Ese tipo de hombre o mujer, respecto al cual deberíamos ponernos en guardia, lo encarnó a cabalidad el tipo neoliberal que predominó en México desde 1982, es decir, desde hace 40 años. El neoliberalismo en conjunción con la corrupción formó en nuestro país una especie de aldeano vanidoso que creyó durante décadas que el mundo entero era su aldea. Este tipo de ser, que la 4T ha intentado erradicar desde 2018 pero que aún sobrevive como una rémora, cree que con tal de que él alcance un puesto público o «le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por aire dormido engullendo mundos» (Martí, p. 157). Es decir, vive en una burbuja que aunque protegida por mucho dinero (la mayoría de las veces robado), es decir, una burbuja de lujo, sigue siendo una burbuja, una pompa de jabón que no le permite ver más allá de sus ganancias inmediatas o su condición privilegiada, y que tampoco le permite ver el ritmo de la historia ni las condiciones reales de existencia en las que viven las mujeres y hombres de su país. En suma: le impide ver el mapa completo, y en definitiva ver la bota que le pondrán encima el día de mañana.

Contra una mafia que ostentaba el poder y que durante décadas defendió los intereses privados de una oligarquía que veía cómo al amparo del poder público le crecían los ahorros en sus alcancías, el movimiento-partido que encabezó AMLO logró gestar y construir con mucho esfuerzo y tiempo un proyecto alternativo de nación que lograra oponerse a esa sangría. Ese movimiento de regeneración, ese proyecto alternativo de nación significó no sólo empuñar las armas del juicio —como se menciona en el epígrafe de Martí—, sino construir una trinchera de ideas.

Recientemente, y a partir del debate público sobre la urgencia de una reforma energética que le devuelva a la nación lo usurpado y defienda el litio, así como a raíz del rol golpista que han desempeñado algunos medios masivos de comunicación financiados desde el extranjero, AMLO dejó en claro que México no es una colonia ni un protectorado. Los más de 30 millones de votantes que apostamos por esta transformación tenemos el reto de defender no a una persona o un gobierno, sino a una transformación histórica, un cambio de régimen que de no prevalecer y continuar sería un verdadero apocalipsis social para el país. Frente a intereses privados, llámense mineras, empresas farmacéuticas, transnacionales que venden alimentos procesados, consorcios de mass media, petroleras, empresas que se dedican a la extracción de hidrocarburos, entre otras, se debe privilegiar el interés supremo de la nación. Éste es el reto al que se enfrenta la 4T desde la insurgencia electoral de 2018.

El movimiento que permitió esa insurgencia y los millones de compatriotas que apoyamos el programa de la 4T estamos llamados a cerrar filas. Nuevamente Martí resuena: «¡Los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento y de la marcha unida y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes» (Martí, p. 158). En cuadro apretado, porque la vieja oligarquía, mediante una abundante inyección de recursos económicos, intentará realizar una suerte de golpe híbrido, como recientemente lo calificó Rafael Barajas, El Fisgón, director del Instituto Nacional de Formación Política de Morena.

Los partidos y patrocinadores del viejo régimen que avalaron el modelo neoliberal que acentuó las desigualdades en México y que asumieron posicionamientos serviles y blandengues ante Estados Unidos de Norteamérica; esos que hoy ya no tienen ningún pudor en agruparse en un solo bloque político que pretende constituirse como supuesto bloque opositor llamado PRIAN (PRI y PAN), en alianza con los residuos del PRD; intentarán negarle al gobierno de la 4T (que representa legal y legítimamente a la mayoría del pueblo mexicano) el derecho a la consumación total de esta transformación de gran calado, misma que hasta el momento ha transcurrido, afortunadamente, de forma pacífica. Esa reacción de la derecha conservadora, voluntariamente amnésica, vendepatrias y golpista, pretenderá negar todo el esfuerzo descolonizador y nacionalista que el gobierno progresista de la 4T emprende, pues a los sietemesinos les faltará el valor, como apunta Martí, pues «los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás» (Martí, p. 158). Valga como ejemplo de ese enanismo moral Felipe Calderón, quien fue capaz de intercambiar información estratégica de México en materia energética para obtener un beneficio personal. Es por eso que hoy garantizar la explotación del litio y otros minerales estratégicos, para el bien de los y las mexicanas, es una de las principales acciones que se deben emprender contra el proyecto neoliberal y corrupto de los sietemesinos del antiguo régimen, aunque la reacción, como ya lo demostró, intentará a toda costa impedirlo. No se debe olvidar, por ejemplo, que muchos sietemesinos se dejaron sobornar por Iberdrola, que corrompió no sólo a políticos sino también a algunos medios de comunicación, mismos que no permanecerán con los brazos cruzados.

Ante esa envestida, ¿el liderazgo de AMLO es lo suficientemente fuerte?, la respuesta parece obvia: sí lo es. Pero, ¿por qué pese a todo el dinero invertido en el golpeteo mediático, la calumnia y el denuesto, sigue avanzando como un tren bala la 4T? La respuesta nos la da Martí, nuevamente:

el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país (Martí, p. 160).

Ésa es y ha sido la clave de López Obrador durante toda su trayectoria política, conocer los elementos que configuran la realidad del país, y lo ha sido desde 1977 cuando dirigió el Centro Coordinador Indigenista Chontal hasta el día de hoy, que guía los destinos de la nación en la Presidencia de la República. Cuando en 1988 fue candidato del Frente Democrático Nacional a la gubernatura de Tabasco, recorrió todos los pueblos tabasqueños uno por uno, recogiendo los sentimientos y demandas del pueblo. Exactamente la misma estrategia utilizó cuando fue candidato a la Presidencia en el 2006, 2012 y 2018, por eso pocos políticos como él conocen verdaderamente el país, sus necesidades y carencias, pero también su riqueza, sus fortalezas. AMLO no es un político únicamente formado teóricamente en las aulas de la Universidad, sino que se forjó a ras de suelo, organizando desde abajo a las comunidades y los pueblos, entre la gente, en las luchas democráticas, en tiempos en extremo difíciles, cuando ser de oposición estaba prácticamente prohibido y estaban obligados a poner la libertad o la vida de por medio la mayoría de los activistas y dirigentes que intentaran democratizar auténticamente al país. Andrés Manuel López Obrador conoció y analizó los elementos naturales del país, su cultura, antes de intentar cualquier acción o plan político. Martí se preguntaba: «¿Cómo han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay Universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América?» (Martí, p. 161); y luego criticaba, y con justa razón, que muchos jóvenes recién egresados aspiraban a dirigir pueblos que no conocían. Conocer, para Martí, era ya resolver: «conocer el país y gobernarlo conforme al conocimiento es el único modo de librarlo de tiranías» (Martí, p. 161).

Ahora bien, conocer es resolver, en efecto, si ese conocimiento no se agota en una dimensión puramente teórica. La democracia en México debería ser cognoscitiva, decía José Revueltas, y sólo así se le podría poner fin a esa otra democracia bárbara que consistió, durante mucho tiempo, en sólo cambiar de administración o de amo cada seis años, sin realmente transformar las condiciones reales de existencia o cambiar de régimen. Por eso para AMLO siempre ha sido prioridad, además del amor al pueblo y practicar la honestidad, la lucha por la transformación radical del país. Eso, en síntesis, es lo que él considera ser de izquierda. En su breve texto titulado Esto soy, elaborado por AMLO como guía para la realización del documental producido por Epigmenio Ibarra poco antes de las elecciones del 2018, escribe «El que no actúa para cambiar un régimen de injusticias y opresión, aunque sea buen teórico y viva criticando, no deja de ser conservador». Por eso no es de extrañar que la cualidad revolucionaria de un líder como AMLO consista precisamente en llevar a la praxis la teoría, en realizar en la acción cotidiana el cambio necesario. La idea de austeridad republicana, por ejemplo, tan duramente criticada y mal interpretada en los medios masivos de comunicación o por los sietemesinos, es una idea que tiene un enorme poder cuando se le ve practicarla todos los días, no quedándose en una frase de campaña o una retórica hueca. En este sentido, Martí como AMLO evoca a Benito Juárez, quien «paseaba en un coche de mulas», mientras otros, como Porfirio Díaz, ponían «coche de viento y de cochero a una pompa de jabón» (Martí, p. 166). Cuando AMLO repetidamente dice que no puede haber pueblo pobre con gobierno rico, está confirmando su espíritu republicano, juarista y al mismo tiempo la idea clara y sincera de Martí, quien advierte que «el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero» (Martí, p. 166).

Nuestra América no sólo habla de los buenos gobernantes, como piezas aisladas y restringidas al ámbito nacional o únicamente al interior de sus fronteras, sino que su reflexión, como el título lo indica, pretendía reflexionar sobre los problemas y características de toda la región. Como Simón Bolívar, el alcance del pensamiento de Martí era continental: «Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas» (Martí, p. 161). Con esa idea sencillamente enunciada en Nuestra América, Martí desbarataba el mal entendido involuntario o malicioso de hallar contradicción entre el ser patriota y ser ciudadano del mundo, o entre el nacionalismo en oposición al cosmopolitismo. Martí, cuando piensa lo americano, está pensando en lo nacional y lo universal, simultáneamente. No debe confundirse la afirmación de lo propio con la xenofobia, o la defensa de lo nacional con la hostilidad permanente para con el hermano de otras tierras. La encrucijada que la derecha ha usado históricamente entre las inversiones extranjeras que dan supuestamente beneficios a la nación y la defensa de lo propio es una falsa encrucijada. Martí sugiere en su texto que de nada sirve mirarse el ombligo egoístamente y permanecer en la ignorancia, desconociendo a los otros pueblos americanos semejantes entre sí: «Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles, y otra para quien no les dice a tiempo la verdad» (Martí, p. 167). El nacionalismo martiano no tiene nada que ver con los aldeanos vanidosos, ni con las lecturas fascistas que a menudo se hacen del nacionalismo, influenciadas de alguna manera por el nazismo. Martí busca, porque es ético y al mismo tiempo porque lo considera necesario, la hermandad entre los pueblos latinoamericanos para prevenirse de la bota aquella de las siete leguas que amenaza con pisarnos. La política exterior de la 4T, inteligentemente conducida por el canciller Marcelo Ebrard, ha puesto en práctica el ideal martiano: «el estudio oportuno y la unión tácita y urgente del alma continental» (Martí, p. 167). No es un asunto menor que el liderazgo y la estatura moral de un presidente como López Obrador sea ya un referente importante en toda América Latina. El posicionamiento en contra del injerencismo y lo que planteó el gobierno de la 4T en la pasada cumbre de la CELAC, organizada por AMLO, es un botón de muestra de la voluntad que existe para fortalecer el alma continental de la que hablaba José Martí: un no rotundo al infame y genocida bloqueo contra Cuba; un plan para ser autosuficientes en materia sanitaria, realizado entre todos los países latinoamericanos; el combate colectivo con acciones concretas al cambio climático; la creación de una Agencia Espacial Latinoamericana y del Caribe; y la necesidad de establecer un tratado económico entre los países latinoamericanos y caribeños.

Nuestra América puede ser una utopía martiana, como lo ha sido durante más de cien años, pero también puede ser un gran proyecto, y mediante las armas del juicio puede ser una realidad en nuestros pueblos. En la coyuntura actual de la región el liderazgo de la 4T es y será clave en la construcción de nuestros destinos.

 

Referencias

Martí, José. Ensayos y crónicas. Cátedra, Madrid, 2004.

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