¿Qué significa ser una clase subalterna?

subalternidad

rebelión

Gramsci

por Enrique Sandoval    Junio 17 de 2022

Es bien sabido que el concepto de «clases subalternas» es un componente fundamental del pensamiento de Antonio Gramsci, expresión que aparece por primera vez en sus Cuadernos de la cárcel. Desde ese momento la popularización del término se ha realizado mediante su uso sustantivado: subalternidad. No obstante, debido a la flexibilidad del léxico carcelario se han producido dos excesos: el de los discursos que lo utilizan de manera indiferenciada para cualquier ámbito de la cultura, y el que al intentar superar el economicismo de «las clases trabajadoras explotadas», amplía la categoría hacia universos teóricos ajenos a la perspectiva de la lucha de clases (tal como la ha hecho Gayatri Spivak).

Si volvemos a Gramsci, el concepto da cuenta de una relación social específica sobre la condición subjetiva de la subordinación en el marco histórico de la dominación capitalista; es decir, es el equivalente socio-político en el plano de la dominación de lo que ésta indica en el plano socio-económico: el despojo relativo de la calidad subjetiva por medio de la subordinación.[1] El término aparece por vez primera en el cuaderno 1, en los §43, §48 y §54, en relación a las estructuras jerárquicas militares, el poder de dirección, la relación mando-obediencia y la supeditación de los individuos a las instituciones. Sin embargo, en el cuaderno 3 §43 hay una nota de tipo A (primera redacción), de junio de 1930, en la que el concepto remite a la teorización de la subjetividad política de las clases sociales sometidas:

La historia de las clases subalternas es necesariamente disgregada y episódica: hay en la actividad de estas clases una tendencia a la unificación aunque sea en planos provisionales, pero ésa es la parte menos visible y que sólo se demuestra después de consumada. Las clases subalternas sufren la iniciativa de la clase dominante, incluso cuando se rebelan; están en estado de defensa alarmada. Por ello cualquier brote de iniciativa autónoma es de inestimable valor.[2]

Si la historia de las clases subalternas es disgregada y episódica, ello remite a que el conjunto de sus intereses, experiencias, aspiraciones, anhelos, sentidos comunes, legados, etc., tienden a ser incluidos en el armazón estatal sólo en tanto que su contenido es transmutado para ser incluido como forma fantasmal en el seno de una estructura de dominación que presupone una historicidad lineal, acumulativa, «legal» e intolerante frente a las resistencias que pretendan romper la fluidez de este proceso. El Estado es entonces la referencia de una doble unidad: la de la historia de las clases dominantes y la unidad de un aislamiento, división o desmembramiento que él mismo produce respecto de las clases subalternas. Las clases dominantes procuran que cada lucha de las clases subalternas comience desde cero, como separada de las luchas anteriores; que la experiencia colectiva se pierda y las lecciones se olviden. Sin héroes y sin mártires. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas. Se trata de marchitar las energías y envenenar las raíces que podrían florecer en nuevos órdenes políticos con facultades hegemónicas. Algunas veces estos grupos ni siquiera saben que son subalternos. La profundidad de las derrotas puede ser tan radical que incluso se produce fisiológicamente la tristeza y la resignación.

Sin embargo, la subalternidad no es una sustancia ontológica, trascendental, supraempírica, omnihistórica o inconsciente que logra sustraerse a las relaciones de poder que Gramsci sitúa en el núcleo de las relaciones de fuerzas. El plano de las «relaciones de fuerzas» compromete, en las coordenadas de la dialéctica dominantes-dominados, la imposibilidad de suturar las pulsiones o nervios de la resistencia subalterna que se niegan a fenecer y que existen como co-elementos en un único plexo epocal, pues la subalternidad es el resultado de una configuración específica de las relaciones de fuerzas y por eso incluye la posibilidad extraordinaria de remontarla y quebrar este círculo de sometimiento. Esta posibilidad de «quiebre» no está presente en el §14 del Cuaderno 3, pero sí en su reelaboración en el Cuaderno 25 de 1934:

La historia de los grupos sociales subalternos es necesariamente disgregada y episódica. Es indudable que en la actividad histórica de estos grupos existe la tendencia a la unificación, si bien según planes provisionales, pero esta tendencia es continuamente rota por la iniciativa de los grupos dominantes, y por lo tanto sólo puede ser demostrada a ciclo histórico cumplido, si éste concluye con un triunfo. Los grupos subalternos sufren siempre la iniciativa de los grupos dominantes, aun cuando se rebelan y sublevan: sólo la victoria «permanente» rompe, y no inmediatamente, la subordinación.[3]

Es importante notar que aquí ya no utiliza el concepto de clase, sino el de «grupo». Esto no indica un abandono del término clase, sino una precisión para expresar la densidad político-cultural de la experiencia de la dominación. Por otra parte, en esta nota de tipo C (segunda redacción) ya no se habla solamente de la potencia para «rebelarse» a partir de la «iniciativa autónoma», sino de la posibilidad de «la victoria permanente» que puede quebrar, aunque no inmediatamente, la experiencia material de la subordinación. El grosor de las ataduras de la subordinación sigue estando presente en esta nota de 1934. No se trata solamente del sometimiento por medio de los aparatos del Estado-sociedad política, sino del lastre por la internalización de una praxis que convoca la experiencia de la subordinación a partir de la cual se asimilan subjetivamente las relaciones de dominación y su proyección social como modalidad o disposición para actuar como una clase. La experiencia de la subordinación comprende de alguna manera las formas de reacción de una pluralidad de acontecimientos relacionados entre sí y que pueden repetirse una y otra vez. Sin embargo, la experimentación de la subordinación incluye también la posibilidad del desarrollo del germen de la «rebelión» o insubordinación que se presenta bajo la forma de la espontaneidad, misma que siempre es acompañada por formas primigenias de dirección consciente en forma de sentido común cuyo desarrollo es interior a esos dispositivos de dominación que no pueden ser desactivados inmediatamente. En este proceso pueden surgir composiciones complejas con relación a la aceptación enajenada de la dominación en ciertos niveles de la vida social, y la rebelión con relación a otros niveles: esta es la verdadera textura histórica de la subversión.

Para potenciar este proceso hacia el socialismo Gramsci no sugiere insertar externamente la conciencia de clase en lugar de la falsa conciencia, la racionalidad por la irracionalidad, la dirección consciente por la espontaneidad. Se trata de un proceso de lucha contra la enajenación que, por vía de diversas combinaciones y sobreposiciones, pretende construir un cambio histórico que pueda ser experimentado en la vida social (a partir de la conciencia que los sujetos tienen de sus ideas y valores que son razonados a través de sus acciones, elecciones y creencias) como fin de la subordinación de la existencia política de los seres humanos. Éste es, por supuesto, un trabajo largo y que sólo puede desarrollarse si se producen los referentes materiales a partir de los cuales los individuos históricos experimenten, incorporen y acepten relaciones sociales radicalmente diferentes a las del capitalismo. Pero sólo hay victoria «permanente» si se intensifica la iniciativa autónoma de las clases subalternas en un proceso que culmina en su encumbramiento como Estado. En resumen, el concepto de subalternidad sirve para indicar la experiencia vivencial de un lastre interno a los seres humanos que refiere a todas aquellas predisposiciones históricas referentes a las ideas, emociones, pasiones, imágenes y rincones inconscientes que extinguen de manera sistemática las proyecciones de mundo más allá del capitalismo tardío. Para decirlo de manera clara, y tal como señala Emil Cioran en Del inconveniente de haber nacido: «Uno debe ponerse del lado de los oprimidos en cualquier circunstancia, incluso cuando están equivocados, sin perder de vista, no obstante, que están hechos del mismo barro que sus opresores».

 


[1] Massimo Modonesi, Subalternidad, antagonismo, autonomía. Marxismo y subjetivación política, CLACSO,  Buenos Aires, 2010, p. 26.

[2] Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel, Era, México, 1981, Cuaderno 3, §14, p. 27, Tomo 2.

[3]Antonio Gramsci, Cuadernos, op. cit., Cuaderno 25, §2, pp. 178-179, Tomo 6.

(function() { window.mc4wp = window.mc4wp || { listeners: [], forms: { on: function(evt, cb) { window.mc4wp.listeners.push( { event : evt, callback: cb } ); } } } })();