La formación que requiere nuestra militancia

Formación política

INFP

militancia

por Sergio Antonio López Acosta    Julio 6 de 2022

Ixtaczoquiltán, Veracruz

 

Las y los militantes de Morena debemos ser, en los hechos, protagonistas del cambio verdadero. Y eso quiere decir ciudadanas y ciudadanos ejemplares y activos que propicien el bienestar en el hogar, la comunidad, el lugar de trabajo o el servicio público, apoyando al prójimo en todo lo posible. Tal como lo dicen nuestros principios: «no hay nada más noble y más bello que preocuparse por los demás y hacer algo por ellos, por mínimo que sea».

Para lograr esa meta el Instituto Nacional de Formación Política (INFP) y la Red Nacional de Círculos de Estudio (RENACE) están marcando el camino, promoviendo la conformación de grupos y aulas a lo largo de toda la república para que las y los militantes nos capacitemos y estudiemos los acontecimientos que impactan la vida partidista y sociopolítica de México y el mundo.

En su metodología, la enseñanza del INFP y el RENACE tiene tres momentos. Primero, el punto de partida, la realidad inmediata que conocemos y experimentamos como militancia. Ahí comenzamos el diálogo y análisis de la realidad y las problemáticas que nos rodean. Segundo, la teoría. El grupo se sumerge en los conceptos políticos, sociales y de otras disciplinas afines. Estudiamos el panorama actual y nos abrimos al diálogo, el intercambio de ideas y la reflexión. Tercero. Ya equipados con nuevos conocimientos, debemos ir de vuelta a la realidad para efectuar una acción transformadora y luego repetir el ciclo. En la praxis, la formación política se vive cuando las y los compañeros del partido-movimiento nos organizamos y movilizamos. Por ejemplo, durante una campaña electoral.

En campaña electoral las y los compañeros debemos articularnos como una brigada. El grupo conocido como «la avanzada» toca las puertas de una colonia, presenta a la candidata o candidato, y éste dialoga y empatiza con vecinas, vecinos y referentes. La avanzada debe tener dominado un discurso que deje anclado a su interlocutor. Por supuesto, la candidata o candidato tiene que hablar, apoyándose de un buen volante que sintetice sus propuestas. Ha de buscarse que este intercambio de palabras tenga fluidez, elocuencia, honestidad y convicción. Siempre a lado de la candidata o candidato debe haber un acompañante que funja de asistente; a la periferia, alguien más manejará un automóvil o motocicleta con un perifoneo haciendo sonar los jingles; mientras otros, con martillo, clavos y cinchos en mano, se ocuparán de colgar lonas o pegotes con el rostro y el slogan de la compañera o compañero contendiente. «Tapizar la cuadra», le decimos en el argot moreno.

La armonía de este trabajo depende de delegar funciones y actuar con orden y coordinación. Debemos tener agilidad, eficacia, buena comunicación y soluciones creativas ante los inconvenientes. Una campaña o cualquier otra forma de trabajo territorial es un excelente lugar de entrenamiento para nuestra militancia. Aprendemos desde cómo colgar una lona hasta cómo dialogar con el pueblo y persuadirlo de darnos el voto, sin mencionar que llegamos a conocer los rincones de nuestro municipio, sus callejones, sus cocinas económicas, sus problemas, sueños y anhelos.

Con eso en mente, vamos de vuelta al círculo de estudio para que el grupo se dedique al análisis y la discusión intelectual dentro del aula.

El INFP y el RENACE tienen una oferta muy nutrida, en la que participan personalidades como Enrique Dussel y Rafael Barajas, El Fisgón, pero también por los mismos integrantes de los círculos de estudio de los diferentes estados de nuestra república. Hay temas sobre la Reforma Eléctrica, el neoliberalismo, el fetichismo del poder, la ética del militante, feminismo y hasta la Reforma Electoral. Sin embargo, éstos sirven como sugerencia o guía, ya que los grupos pueden y deben desarrollar temas propios acorde a su realidad y su criterio. Elegir debería ser algo fácil, puesto que como dice nuestro presidente: «vivimos tiempos interesantes», por lo que tenemos una amplia gama de acontecimientos de donde escoger.

Las sesiones de círculo de estudio son dirigidas por un facilitador, una compañera o compañero experimentado que nos comparte información y experiencias para que, entre todas y todos, construyamos el conocimiento. No existe una figura paternalista que lo sepa todo, sino una sinergia participativa, un método que proviene de la escuela de Paulo Freire, quien entendía que el educador debía involucrarse en las problemáticas del grupo y crear así un nuevo vínculo pedagógico.

Mediante el repaso constante y la interacción, los participantes vamos aumentando nuestro bagaje cultural, conceptual, contextual e histórico de nuestro municipio, estado y país, y ejercitamos nuestras habilidades sociales, discursivas, de pensamiento, de redacción, de lecto-escritura y comprensión argumentativa; pero sobre todo, afianzamos los valores, la ética y la moral que caracteriza a la ideología obradorista. Es una escuela política con enfoque humanístico y conciencia de clase.

De vuelta al territorio, el grupo pone en práctica lo aprendido. Pensemos, como otro ejemplo, la conformación de un Comité en Defensa de la Cuarta Transformación, tarea que actualmente es fundamental. Una vez que entramos en contacto con las y los integrantes del comité y nos reunimos para tomarles protesta, tenemos oportunidad de difundir lo aprendido y comunicar los logros de los gobiernos de Morena. Así, damos por cumplido el objetivo de concientizar, organizar y en el largo plazo, formar nuevos cuadros que se sumen con nosotros a las tareas de movilización. Cabe mencionar que en esta dinámica generamos lo que el INFP y la psicología popular social denominan las bases psicosociales de la acción en grupo, los tres pilares que sostienen y sustentan el trabajo grupal y su evolución. Comunidad de intereses, comunidad de objetivos y unidad de acción.

Comunidad de intereses porque, como individuo, lo que nos interesa y nos motiva congenia con los demás miembros del grupo. En el obradorismo resalta el afán de purificar la vida pública del país y erradicar la corrupción, construir un país justo y fraterno. Comunidad de objetivos significa que un grupo puede alinear sus metas en común. Digamos, trabajar para ser mejores políticos y dignificar este noble oficio, donde el servidor público sea honesto y esté cerca del pueblo. Unidad de acción es el conjunto de actividades con las que cumplimos nuestros objetivos, donde cada miembro pone de su parte según sus respectivas funciones u obligaciones. Son las acciones que se vuelven hechos concretos.

Dichos elementos permiten que exista cohesión, identificación, sentido de pertenencia y evolución del grupo a un equipo de trabajo, así como un crecimiento individual y colectivo que se traduce en el despertar de las conciencias y el cambio de mentalidad.

Hasta aquí la formación política parece bastante completa, pero hay que agregar otro elemento que nos dará la fuerza necesaria para mantener el paso y conducir a buen puerto y con responsabilidad la transformación de México: requerimos en nuestra ideología como partido-movimiento la proactividad. Cuando veo a nuestro presidente trabajando desde temprano en la mesa de seguridad y marcando la agenda nacional en La Mañanera, viene a mi mente este concepto propuesto por Viktor Frankl, quien sobrevivió al exterminio de los nazis durante la segunda guerra mundial y se convirtió en uno de los más grandes psicoterapeutas del siglo pasado.

Frankl fue un psiquiatra austriaco, judío, de buen prestigio y brillante carrera, que cayó en desgracia cuando lo hicieron prisionero en el campo de concentración de Auschwitz. Perdió todo en la vida. Su libertad, su esposa, sus amistades y todas sus posesiones. Cuenta en su libro, El hombre en busca del sentido, que al llegar a Auschwitz llevaba escondido el manuscrito más importante de su carrera. Les rogó a los guardias que le permitieran conservarlo, pero ellos, entre burlas y risas, lo destruyeron. De ahí en adelante todos los días fueron de trabajos forzados, torturas, castigos, humillaciones, hambre, enfermedades, sufrimiento y miedo a morir en la cámara de gas y ser reducido a cenizas en los crematorios.

Si bien el término proactivo es bastante amplio, Frankl lo resume en tomar plena consciencia de la responsabilidad personal, es decir, la persona elige ser responsable de sí misma, del momento que esté viviendo y de sus circunstancias, encontrando la manera de transformarlas en algo benéfico y constructivo. En medio de la desolación, atestiguando cómo los prisioneros perdían la esperanza y se entregaban a la apatía y la muerte, él resistió y encontró una razón para vivir. Había hombres bondadosos en los barracones, incluido él, que hacían el esfuerzo de consolar a los más afligidos, lo que le demostró que las personas eran capaces de vencer la influencia del entorno más vil y ser libres de elegir su propio camino. Fue consciente de que lo más sensato, dadas sus circunstancias, era usar sus pocas fuerzas de manera positiva. Eso elevó su moral y su deseo de libertad, e impidió que se convirtiera en un guiñapo del destino y «un prisionero más» sin voluntad, resignado a ser un juguete de sus captores.

Cuando el régimen nazi cayó y fue liberado, volvió a un mundo extraño al que tuvo que readaptarse. Entonces supo que si usaba lo aprendido para ayudar a otros su sufrimiento no habría sido en vano. Esa visión lo impulsó a rehacer su vida y tiempo después a crear la logoterapia y consagrarse en su profesión. Descubrió, así, un propósito superior y concluyó que muchas veces las personas olvidan que las circunstancias excepcionalmente adversas otorgan la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de ellos mismos.

Frente a la decadencia política, cultural, económica, moral, institucional, social y espiritual que dejó el modelo neoliberal o neoporfirista, nuestro presidente nos enseña de proactividad todos los días con algunas de sus frases: «el que se aflige, se afloja», «hay que tener altura de miras», «no se debe pensar en la siguiente elección, sino en la siguiente generación» y «no se puede vencer a quien no sabe rendirse». Incluso uno de sus libros lleva por título No decirle adiós a la esperanza, publicado luego de la derrota electoral de 2012 y el fraude que impuso a Enrique Peña Nieto.

Para nuestra militancia moreno-obradorista proactividad significa ser la causa y no el efecto de las circunstancias y las coyunturas; ser creadores del cambio en lugar de espectadores; pensar en otros en lugar de ser egoístas y pensar sólo en nosotros mismos; elegir ser honestos cuando otros eligen corromperse; elegir el amor al pueblo y al prójimo por encima del amor a las posesiones materiales; elegir la empatía y no la apatía; trascender antes que caer en la autocomplacencia; y finalmente, transformar al mundo y al modelo hegemónico neoliberal y corrupto, en lugar de dejarnos llevar mansamente por la corriente. Todo ello nos conducirá a descubrir también un propósito superior y tener certeza en que vamos a hacer realidad la utopía de un país justo y fraterno, confiando plenamente en nuestras habilidades, preparándonos y practicando diariamente, corrigiendo nuestros defectos antes de ver la paja en el ojo ajeno y convirtiéndonos en la política o el político ideal que todos deseamos ver en acción.

La proactividad debe atravesar todos los niveles organizativos y educativos de nuestro partido-movimiento, pues sólo así venceremos los peligros de dar marcha atrás y podremos inspirarnos a seguir luchando y consolidando la Cuarta Transformación en los años por venir.

Actualmente, no hay otro movimiento como el nuestro, ni nadie que discuta los temas que nosotros tocamos. Hagamos el compromiso de que nuestra militancia sea el semillero de las y los servidores públicos y políticos del futuro. Cada una de nosotras y nosotros tenemos mucho que aportar en la transformación del país que queremos y merecemos. Tenemos vocación y los espacios sobran, sólo requerimos una formación constante para estar a la altura. Y en eso andamos.

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