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Sociedad moderna, herencia neoliberal. Descomposición social y cultura tanática

por Benjamín Muñoz C.*    Agosto 25 de 2022

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*Red Estatal de Círculos de Estudio – Jalisco

 

¿Qué ocurrió en México en las últimas 3 décadas? ¿Qué le sucedió a la juventud, qué ocurrió en el núcleo familiar? ¿Por qué se instaló en México la rectoría de los antivalores, la anomia y la cultura tanática? El presente trabajo tiene el propósito de coadyuvar en la explicación e interpretación, desde un punto de vista reflexivo, de éstas y muchas otras interrogantes que gravitan en el ambiente social de inseguridad y de violencia que impera en nuestro país. Para ello, analizamos las diferentes teorías sobre la violencia y la destructividad humana, con el fin de explicarnos de forma más clara el estado de descomposición social que hoy se vive, explorando las causas-raíz y los múltiples factores que las han originado.

El término «sociedad enferma» fue propuesto por el filósofo alemán Erich Fromm en 1955, en su obra The Sane Society (Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, en español). Ahora bien, aunque en diferentes partes del mundo se ha escrito sobre el tema en revistas, libros y ensayos, fue hasta 2015 cuando el Dr. José Aníbal Cruz publica su libro titulado Crisis y decadencia de una sociedad enferma, donde se narran el conjunto de signos y síntomas que afloran en el marco del neoliberalismo, en una sociedad dominada por el consumismo, la competencia individualista, la vida de apariencia, la codicia y el hedonismo; en suma, donde vale más el que más tiene.

En su libro, Aníbal Cruz afirma que 70 años después de que Fromm propuso el término de sociedad enferma, éste sigue vigente sobre todo en países de Latinoamérica, ya que en todos se repite el proceso heredado e impuesto por el vecino del norte. Así, es lamentable pero real el hecho de que a mayor desarrollo civilizatorio, mayor destructividad y crueldad humana.

Para explicarnos la monstruosa realidad recurrimos al análisis de las teorías del origen de la violencia, la teoría del instintivismo en la que se sostiene que el instinto de origen animal es la causa de la destructividad humana (Lorenz). Ésta es, dicho sea de paso, la tesis que afirman los conservadores. En contraposición tenemos la teoría conductista (Skinner), que afirma que no hay rasgos innatos de violencia en el hombre, sino que todo se debe al condicionamiento social, es decir, el ser humano es producto de sus circunstancias.

Por otro lado, Erich Fromm, apoyado en la neurofisiología, la historia, la antropología y la psicología animal, presenta un estudio global e histórico de la destructividad humana, sin dejar de considerar la teoría freudiana en que se relaciona la agresividad con el sexo, pudiéndose afirmar que la agresividad humana no es instintiva, sino de carácter humano. El análisis de Fromm narra la historia de algunos personajes en su contexto histórico, social y cultural, algunos tales como Himmler (ejemplo de sadismo y burocracia), Stalin (ejemplo cabal de sadismo) y en especial a Hitler, del cual hace una psico-biografía en la que además del sadismo en grado superlativo se añade su necrofilia.

La destructividad humana defensiva (no maligna) forma parte de la lucha por la sobrevivencia y es diferente que la destructividad maligna, en la que el hombre mata sin objetivo biológico ni social, lo que se considera y es de carácter humano, no instintiva. Ésta es una de las pasiones humanas que arrojan como producto las sociedades capitalistas neoliberales, pues en la posmodernidad neoliberal la vida se ha cosificado, los hijos ya no son el motor de la existencia, la familia natural como núcleo de la sociedad está en la peor crisis de su historia. La codicia ha hecho del ser humano una mercancía.

La UNESCO sostiene que la violencia tiene relación con el desarrollo de la economía productiva, es decir, obedece a causas sociales. Aunque la violencia no es inherente a la condición humana, sí parece estar relacionada con la teoría de la supervivencia. No obstante, diversos estudios antropológicos muestran evidencia de que existió violencia del humano desde hace miles de años, sin embargo, ésta siempre fue defensiva, ya que se sabe que el hombre cazaba en grupo de cooperación.

En un foro jurídico, Adrián Núñez Trejo sostuvo que las causas que generan inseguridad son 1) desintegración familiar; 2) corrupción, impunidad, delincuencia organizada; 3) desigualdad, pobreza; 4) fallas en la educación. No es de extrañar, entonces, que la cultura tanática o cultura de la muerte tenga su origen en una cierta idea de lo material en la que este aspecto se convierte en una obsesión; y la frase «cuánto tienes, tanto vales», es sólo un filón de lo que sucede en el interior de un individuo y que aflora el egoísmo, la envidia, el hedonismo compulsivo y la tendencia al abuso del alcohol y otras drogas, con el único fin de calmar la ansiedad existencial creada por las demandas de la competencia individualista y el consumismo.

La sustitución de la familia «natural» por la familia «proveedora» parece inocua a simple vista, sin embargo, es ahí donde se incuba la semilla de la rectoría de la anomia y se establece la rectoría de los antivalores. En el seno de la familia proveedora, en ausencia del amor, el respeto a los padres y el amor al prójimo, se instala la violencia doméstica, la anomia, la abolición de los principios éticos, la pérdida de la empatía y las fallas en la educación, siendo en ese ambiente donde germina la cultura tanática o cultura de muerte. Así, la vida cotidiana en familia, con la rectoría de los antivalores y la pérdida del «nido familiar», fueron el caldo de cultivo para el surgimiento de la violencia social que a la postre originó la corrupción, la inseguridad y la impunidad que hoy padecemos como producto del modelo neoliberal, hoy en franca decadencia. La suma de estos factores antes citados, más el fracaso del clero en su responsabilidad de formar seres humanos de buenos sentimientos, comprometidos y solidarios con sus semejantes, nos han llevado al estado de cosas actual.

La corrupción es la peste de la humanidad, la madre de todas las pandemias, la causa de un gran número de males que han dañado al mundo entero. Pero este mal es un subproducto del neoliberalismo, que engendra también la impunidad, la injusticia, la desigualdad, la pobreza extrema y la desesperanza que son los signos y síntomas de una sociedad enferma. Desde el 1ro de julio de 2018, sin embargo, el pueblo de México se levantó de la larga postración para colocarse hoy en convalecencia, pero en franca recuperación de la pesadilla neoliberal.

La 4T se alza como faro de luz para liberar al pueblo de la larga agonía y del agravio que le provocaron los gobiernos corruptos, asesinos, vende patrias, traidores, represores y autoritarios. La dolorosa situación que vive una gran parte de la juventud en un sistema capitalista neolibera, los arrincona en la desesperanza, que destruye todo sentimiento de solidaridad y de empatía como producto de la carga emocional excesiva que gravita sobre sus espaldas, instalándose un resentimiento antisocial que desemboca en violencia.

El consumismo, que lleva consigo la competencia individualista, somete a los jóvenes a un estrés prolongado, lo que provoca ansiedad para luego instalarse en ellos la obsesión, la codicia, el hedonismo y el pensamiento alienante, lo que los empuja incluso a exponer su vida en aras de acumular riqueza. En estas circunstancias se repite la violencia, delincuencia, sicariato y el desorden social, así como el ocio, la farándula, el predominio de lo vulgar, el culto a la belleza física y lo soez. Se instala así, entonces, la cultura tanática, donde la vida vale muy poco o nada. El mayor exponente de esta cultura está en un grupo de dirigentes políticos del viejo régimen que se expresan con un lenguaje florido, clásico, característico de la cultura de la muerte.

En un sistema capitalista neoliberal no somos libres, sino prisioneros del consumo, y nuestra identidad, perdida en el horizonte, crea  una falsa percepción de felicidad que requiere de seres menos reflexivos, dominados por el placer del consumo, la codicia y el hedonismo compulsivo, todos los cuales crean vacíos existenciales. Pero este tipo de placer es efímero y la conciencia nos reclama sobriedad, austeridad, dignidad y justicia para todos los seres humanos que se presenta como una luz ante ese aparente callejón sin salida que es el sistema. Que no quepa duda: la transformación del país, que continúa avanzando al ritmo y pulso de nuestro presidente, nos llevará a la revolución de las conciencias, consolidando así el cambio verdadero.

Es cierto que nos quedan aún resabios de una estructura adicta a la corrupción, resabios que poco a poco se tendrán que ir eliminando para dar paso a la transparencia, a una sociedad sana y austera donde se pueda construir un sistema de justicia y consecuencias, donde todo mundo tenga acceso a la justicia y no sólo a quienes tengan para comprarla (como dijera AMLO).

Ante la situación de violencia doméstica, pobreza, corrupción, codicia de poder, narcotráfico, crimen organizado, canibalización de la sociedad, adicciones, desnaturalización humana masiva, fundamentalismo religioso e ideológico, violencia verbal en la comunicación y el morbo en la «infodemia de los medios masivos» de comunicación (especialmente los tradicionales), cabe emitir un primer juicio etiológico del diagnóstico de nuestra sociedad enferma: las causas de esta situación son una gran cantidad de factores que confluyen e inciden en el estado de descomposición social. 

La familia natural está en un acelerado proceso de extinción como consecuencia de la desintegración familiar, la pérdida de autoridad de los padres, el fracaso y la perversidad clerical, entre otras causas (Delaware). La contaminación del planeta como resultado del consumismo compulsivo, la irresponsabilidad de los gobiernos del mundo, la inconsciencia de los líderes y de la humanidad en general, el hedonismo compulsivo, el pragmatismo, la desinformación mediática, la ausencia del amor primitivo de la especie humana (que es la piedra filosofal de la espiritualidad) son, entre otras, las causas de los trastornos psicosociales que amenazan la existencia misma de la especie humana como la conocemos. ¿Cómo revertir las causas que dieron origen al estado actual? ¿Cómo contener la violencia y la inseguridad? Son preguntas que debemos seguir formulando.

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