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Los desafíos de Lula y las elecciones de 2022

por David Ricardo Rueda Hernández    Octubre 17 de 2022

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Nuestro partido-movimiento está integrado por múltiples compañeras y compañeros, quienes venimos de distintas tradiciones, costumbres y experiencias organizativas. Algunos incluso no habíamos participado antes en ningún proceso organizativo; sin embargo, respondimos a la convocatoria por la transformación del país. En materia organizativa, esto significa que existen diversas formas de entender y practicar los procesos organizacionales.

No obstante, es necesario reconocer que no todos los métodos suman, ni todas las prácticas son positivas; por ello nos vemos en la obligación de pensar colectivamente cómo nos estamos organizando. La diversidad de experiencias con las cuales se ha conformado nuestro partido consiste en el elemento que desvela numerosas y variadas formas de entender la práctica política y la militancia.

En el cúmulo de voluntades que integran nuestro partido podemos reconocer que persiste la ideología de colegas que conservan hábitos o prácticas tradicionales de la vieja política, caracterizadas esencialmente por la corrupción. Ahora bien, pensemos por qué estas prácticas arcaicas todavía encuentran lugar en nuestra organización. Una aproximación a esta problemática tiene que ver con las etapas de conformación de nuestro partido. En este sentido, podemos identificar a colegas militantes que si bien acudieron a la convocatoria de la Cuarta Transformación, y aunque su discurso político se apegue al programa y la agenda del partido, en la práctica concreta aún llevan a cabo acciones correspondientes al engranaje conservador y neoliberal contrario a nuestros principios, tales como la defensa de intereses particulares que manifiestan una suerte de oportunismo. Frente a este panorama sale a flote la necesidad de anular y abolir esas prácticas corruptas que velan en favor de intereses ajenos al pueblo.

En primera instancia, es nuestro deber ubicar estas prácticas incongruentes con nuestros principios. Posteriormente, ya que recorrimos este camino de identificación de los problemas que aquejan a la organización interna de nuestro partido, podemos pensar lo siguiente: ¿Qué hacemos para corregir o generar métodos éticos para la organización?

Entre las actividades de nuestro Instituto Nacional de Formación Política (infp), a través de distintas instancias e iniciativas, se ha ponderado la importancia de la educación popular como un método orientado a nutrir a nuestra militancia con la experiencia del pueblo, con el fin de que contemos con herramientas enfocadas en la realidad para transformarla. En este sentido, el método organizativo es fundamental para comprobar que en la forma en que se lleva a cabo la práctica política está el fondo de ésta. Es decir, es común tener acuerdos y coincidencias generales en torno al trabajo político, pero en la forma de ejecutar las tareas (movilizaciones, foros, trabajo territorial, etc.) es donde pueden salir a relucir las diferencias, pues en la forma en que se realizan las tareas sale a flote el oportunismo y prácticas individualistas.

En este sentido, en el INFP se ha insistido en diversas iniciativas sobre poner atención no sólo en el cumplimiento de las tareas, sino en el proceso de realizarlas. Pensamos que en el quehacer político es necesario implementar el contenido emancipador, democrático, popular y ético necesario para consolidar las bases de la transformación de la vida pública mexicana. Por ello no basta coincidir sólo en el discurso, hace falta identificar y pensar en voz alta cómo algunos métodos nocivos se alejan de los principios que dieron origen a nuestro movimiento y no suman al partido, todo lo contrario, desgastan y crean rispidez. De ahí la necesidad de insistir en identificar si las formas en que realizamos nuestras tareas son las más adecuadas.

Los procedimientos para llevar a cabo las tareas devienen así en auténticos recursos de enseñanza política, ya que si las actividades se ejecutan de manera espontánea, sin objetivos claros y sin evaluaciones, se deja un precedente nocivo en torno a nuestra estructura organizativa.

Por lo tanto, vale la pena que en el marco de cada espacio organizativo, en cada círculo, comité, coordinación o instancia ejecutiva, reflexionemos abiertamente y desde el diálogo inclusivo y crítico sobre cómo lo estamos haciendo, qué posibilidades hay de mejorar nuestras prácticas y cuáles de sus elementos se pueden optimizar, considerar qué nos ha fallado y cómo podemos implementar en nuestra colectividad un método que nos permita avanzar, con pasos firmes, como partido y como movimiento.

En nuestra próxima entrega exploraremos algunas particularidades sobre el método en la organización.

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