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Los desafíos de Lula y las elecciones de 2022

por David Ricardo Rueda Hernández    Octubre 17 de 2022

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Existen nuevas prácticas conspirativas, diseñadas desde Estados Unidos, para debilitar proyectos de izquierda latinoamericanos, a esto se le llama golpe blando. Este término está basado en el libro De la Dictadura a la Democracia, de Gene Sharp, en donde recomienda acciones no directas, ni violentas como medidas desestabilizadoras para derrumbar gobiernos.  

El golpe blando es la alternativa al viejo golpe militar, el cual perdió prestigio al dejar una secuela de crímenes. La estratagema del siglo XXI ha sido denunciada por Fernando de la Rúa en Argentina, Daniel Ortega en Nicaragua, Lula da Silva en Brasil, Nicolás Maduro en Venezuela y Rafael Correa en Ecuador. Zelaya y Lugo, en Honduras y Paraguay, respectivamente, sufrieron un duro impeachment (cesantía política). Sería largo citar los 198 métodos que se escogen según el caso, utilizados para desgastar y difamar a los líderes políticos que le son adversos o incómodos al imperialismo norteamericano. El caso del golpe brasileño resulta, por mucho, el más importante debido a su efectividad, dureza y saña que han soportado, por lo tanto, merece más profundidad y análisis.

El plan consta de cinco pasos de derrocamiento, algunos de los conceptos  se lograron cumplir en el caso de Brasil: Paso 1, denuncia de corrupción; paso 2, deslegitimación; paso 3, demandas jurídicas; paso 4, clima de ingobernabilidad, y paso 5, obligar a la renuncia del presidente, el cual se hizo dos veces seguidas con farsas legales, desmoralizando a la población.  

La República Federativa de Brasil es considerada una economía emergente, al igual que Rusia, India, China y Sudáfrica, quienes son denominados BRICS, por sus siglas; los cinco miembros ostentan un gran territorio y población. Brasil, además, es una potencia regional para Latinoamérica,  ejerciendo una influencia decisiva tal como lo hacen México y Argentina. 

Brasil, el país más poblado de América latina, es el que alberga más población católica del mundo. Ocupa un quinto lugar en población mundial y otro quinto lugar mundial en tamaño. Es la novena economía más grande del mundo. Su potencial económico resulta de su producción agrícola, recursos forestales y yacimientos llenos de oro, hierro y petróleo. La ambición y voracidad de Estados Unidos (EU) ha sido una amenaza latente, así también lo atestiguan y sufren Brasil y sus naciones vecinas de habla hispana. Para que EU consolide su poder en estos vastos y distantes territorios se ha valido de gobiernos militares que imponen un férreo control a los disidentes. Uno de los insumisos que más ha luchado es Lula.

Luz Inácio Lula da Silva, el político más connotado de la historia brasileña del siglo XX y XXI, tuvo tres intentos fallidos para alcanzar la Presidencia de la República: en 1989, 1994 y 1998. El equivalente mexicano podría ser Cuauhtémoc Cárdenas, quien también intentó tres veces, sin éxito, ganar la elección nacional; las fechas electorales eran próximas a las mexicanas.

El esfuerzo fructificó al líder obrero, quien siendo de origen sindicalista humilde logró triunfar en el año 2002 como candidato del Partido de los Trabajadores (PT) y agregó una reelección para el periodo 2006-2010.  La democracia se consolidaba en un país que había resentido las dictaduras. Pero al mismo tiempo, los golpes de Estado se perfeccionaban como golpes blandos. 

La sucesora de Lula fue Dilma Roussef, la antigua jefa del Gabinete de Presidencia, era la segunda persona más importante del gobierno.  Asumió funciones del 2011 al 2014. Este último año logró continuidad de mandato debido a que resultó reelecta. Pero no tomó precauciones y en cada paso la acompañaba el traidor Michel Temer como vicepresidente, quien en una sorpresiva maniobra dio un drástico revés al equilibrio de fuerzas políticas. Así, el 16 de abril de 2016 Dilma considera que su aliado se ha vuelto «uno de los jefes de la conspiración» en su contra. Después, el 13 de mayo de ese año se dio el parteaguas del golpe blando: Dilma es depuesta del cargo y Temer la reemplaza de forma interina. El Senado lo promovió.

El 5 de agosto el usurpador se convierte en anfitrión del mundo, al celebrarse los Juegos Olímpicos. Son los primeros que organiza Brasil y los primeros que se instalan en Sudamérica. Temer declara la inauguración y un abucheo sacude el estadio Maracaná. El sombrío gobierno no convoca a las máximas figuras populares, quienes no asistieron: Pelé, Dilma y Lula. En ese contexto, Temer aprovecha el entorno festivo para posicionar su imagen a nivel mundial. La justa deportiva concluye el 21 de agosto y corren tan sólo diez días para que el 31 de este mes se asumiera como Presidente legítimo por el periodo de dos años y tres meses, que eran de Dilma. El 20 de septiembre, seis países latinos se solidarizan con el pueblo brasileño, abandonando una asamblea en las Naciones Unidas al intervenir Temer.

En el periodo de Temer no se hace esperar una inacabable avalancha  de denuncias a distintos empresarios y políticos, con la mira especialmente puesta en Lula para deshabilitarlo de su campaña presidencial, donde era el amplio favorito. El 7 de abril de 2018, después de su discurso frente a cinco mil simpatizantes, el expresidente se entrega. Se le percibe como un político limpio.

A partir de este momento Lula da Silva estuvo recluido en prisión, sin dejar de ser el líder moral y presidente del PT, enfrentando dos condenas de doce años de prisión por lavado de dinero: 1. Ocultación patrimonial, referido al triplex de Guarujá, y 2. Corrupción pasiva por recibir beneficios ilícitos a cambio de favores,  como la obra hecha en la finca Atibaia. La pesquisa es llamada Lava Jato, operación que significó la mayor investigación contra la corrupción en Brasil y en Latinoamérica. Se refiere al lavado a chorro porque limpia y transparenta los negocios corruptos de empresas como la constructora Odebrecht (con su departamento de sobornos) y Petróleos Brasileiros o Petrobras, la cual es la empresa estatal más grande de América Latina. 

Algunos analistas consideran que el caso Lula pertenece al lawfare o guerra jurídica, que consiste en fabricar pruebas legales, violar reglas y se involuciona la ciencia jurídica. Los elementos clave de la triada del golpe blando son: poder judicial arbitrario, compra de periodistas difamadores y legisladores corruptos que modifiquen y promuevan leyes acomodaticias.

Estando en prisión, Lula dejó en su espacio electoral a Fernando Haddad, quien perdería las elecciones contra Jair Messias Bolsonaro, un político forjado desde la ultraderecha. El nuevo gobierno, declarado misógino, racista y machista, inicia desde el 1 de enero de 2019 llevando tragedias a su paso. La peor parte es el ecocidio  contra el  Amazonas: el fuego y erosión son provocados por la oligarquía. Con su ascenso a la presidencia, Bolsonaro consolidó el golpe blando contra Lula y Dilma, a quien también le finca delitos parecidos a los de su antecesor. En campaña, se vale de la guerra sucia cibernética con fake news, spam y perfiles falsos, haciendo uso, hasta ahora inédito, de Whatsapp, dejando así una amarga lección para las democracias latinoamericanas cuya historia hasta el momentos es inestable.

El periodo de Bolsonaro dura cuatro años de forma íntegra y termina el 31 de diciembre de 2022. El domingo 2 de octubre de 2022 se llevaron a cabo las elecciones generales, incluidas las de Presidente de la República, en donde ya liberado pudo participar Lula da Silva como candidato. Sin embargo, a pesar de haber ganado la votación, Lula no alcanzó la mayoría absoluta, así que por ley se realizará balotaje o elección de segunda vuelta hasta el día 30 de octubre.  

Los resultados son 48.43% para el PT, de Lula,  y 43.20% para el Partido Social Liberal (PSL), que postuló a la reelección a Bolsonaro. Con ese escenario, el candidato Lula obtuvo más de cinco puntos porcentuales arriba del candidato Bolsonaro, a quien se le puede permitir renovar su gobierno una vez consecutiva. El polarizado Brasil por lo pronto, se determina al norte con Lula y al sur con Bolsonaro.  

Algunos analistas atribuyen la impopularidad de Bolsonaro por criticar y vetar las medidas preventivas durante la pandemia de Covid. Además, se mostró irresponsable al decir que «sólo es una gripita» y por negarse a ser vacunado, lo que provocó que enfermara. Durante la pandemia global, Brasil fue uno de los países con más contagiados y con más muertos por asfixia, paradójicamente, a pesar de vivir en el pulmón del mundo.

El futuro de este país hermano se definirá próximamente, a finales de este octubre, y con él se definirán muchas otras cosas en el continente y en el entorno global.

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