Caricaturista: Antonio López García

Oaxaca de Juárez, Oaxaca

A pesar de las artimañas del Instituto Nacional Electoral (INE), de la alianza opositora y de algunos medios de comunicación, el 10 de abril se celebró uno de los ejercicios democráticos más importantes en la historia de nuestro país, la consulta para la revocación de mandato al Presidente de la República, Lic. Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ejercicio constitucional que devuelve sistemáticamente el poder al pueblo, pues el sufragio deviene, con la actual administración, en ejercicio de emancipación política.

Previo a dicho ejercicio, la oposición nos dejó momentos kafkianos que exigen reflexión y seriedad.

1. Medios de comunicación o lumpemproletariado comunicacional que fungen como medios de manipulación, los cuales son financiados por algunos políticos y empresarios, y que bajo el cobijo de lo que ellos entienden por «libertad de expresión», lucran con la información. «Lacayos de la pluma», como los llamó Marx, o «francotiradores políticos», como los denominó el periodista Salvador Frausto, no asumen la responsabilidad ulterior de su actividad mercenaria. Expresa reiteradamente el ex presidente ecuatoriano, Rafael Correa: «Desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa no es otra cosa que la voluntad del dueño de la imprenta».

Medios de comunicación y periodistas que afirman asumir una postura de contrapeso político y que se refugian en el eufemismo de que «al poder se le revisa, no se le aplaude», pero no son capaces de tolerar respuestas políticas. Y día tras día pretenden aparecer como salvaguardas de la democracia y de la libertad de expresión frente a un gobierno al que llaman autoritario y despótico. Paradójicamente, los medios de comunicación en vez de informar a la sociedad, la desinforman y manipulan, ése es el verdadero y jugoso negocio. Hemos visto cómo algunos medios de comunicación devienen en voceros de intereses empresariales y del gran capital. Ellos, los que han convertido a la información, mediante su mordaza sonora, en mercancía al mejor postor.

1. El Frente Nacional anti-AMLO (FRENA), bajo el disfraz de movimiento «ciudadano y pacífico», afirmaba ―con la esquizofrenia característica de su líder― que permanecerían en el Zócalo capitalino hasta la salida del «dictador López». A los pocos días levantaron su plantón y no precisamente por el ventarrón que exhibió su miseria y fragilidad. Cuando a la oposición se le facilitó un instrumento constitucional para revocarle el mandato a quienes ellos llaman «dictador», renegaron y denostaron dicho ejercicio, incluso llamaron a la no participación, pues el ejercicio les auguraba la permanencia en el fracaso político.

III. Igual de absurdo que lo anterior fue el llamado en contra de AMLO y de la revocación de mandato que hizo el ex presidente Vicente Fox, quien bien podría definir a la lógica de toda la oposición por la precariedad de su debate: «hay que empezar a derrotarlo, por lo mamón y sangrón que es»; el guanajuatense insistió en no salir a votar y a hacerle el vacío. «Es como kafkiano, porque si no me quieren ¿por qué no van a votar en contra?», respondió sonriente el presidente ante el sinsentido.

La noche del 10 de abril, López Obrador dirigió un mensaje al pueblo mexicano celebrando la participación de más de 17 millones de mexicanos que ejercieron su derecho, a pesar del reducido número de casillas instaladas para el ejercicio de revocación. Asimismo, invitó a los conservadores a reflexionar, a no querer que la democracia siempre resulte conveniente para sus intereses, de no ejercer la democracia siempre que represente la defensa y conservación de privilegios que ellos llaman derechos.

La revocación de mandato deberá extenderse a cada una de las entidades federativas por el bien de la vida democrática de todo el país, para lograr con ello la verdadera democracia participativa y el poder obediencial que pregona AMLO. «Los dirigentes del pueblo tienen que ser fanáticos del pueblo», expresó Evita Perón. Y el presidente se ha ganado el derecho de vivir en el corazón de él: López Obrador es un fanático del pueblo y de cada una de sus causas. En él ha encontrado su fuerza y protección, porque el político no es nada sin el pueblo, pero éste puede serlo todo sin el político, es decir, el partido (Morena) deberá ser un instrumento del pueblo y no el pueblo un instrumento del partido.

«No se puede gobernar sin el apoyo del pueblo, no se puede gobernar sin autoridad moral», ha venido repitiendo el Presidente. «Sólo el pueblo puede salvar al pueblo y sólo el pueblo organizado puede salvar a la nación».